Cómo superar los días grises durante un viaje

Hablemos del lado B de viajar, de esos días de los que nadie te cuenta y en los que quieres parar y hasta volver a casa. Aquí te cuento mi experiencia sobre cómo superar los días grises durante un viaje.

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Ya te hemos contado mucho acerca de los voluntariados, ¿no? La cantidad de gente que vas a conocer, las inmejorables experiencias que vas a vivir, los recuerdos que perdurarán, simplemente te puede cambiar la vida. Sí. Es todo cierto. Como también es cierto que durante los voluntariados no es todo color de rosas. Bueno, en la vida de viaje es así. Si alguien te dice lo contrario, desconfía.

Los días grises en los viajes

Viajar no es todo color de rosas. No lo pintemos de colores. Bueno, para. Pintémoslo. Pero usemos toda la paleta. No creamos que solo existen los colores que nos gustan. El azul del cielo. El verde de los bosques. El turquesa del mar. El blanco de la arena o el rojo del atardecer. No discriminemos, que el negro también es un color. Y que si lo mezclamos con blanco, obtenemos el gris. Y dejame decirte que a veces nuestra vida se compone de colores grises. Que si mezclamos rojo, amarillo y azul, manchamos nuestra paleta de negro, y también nuestra camisa. Amarillo y morado. Azul y marrón. Que el negro está en todos lados y es absolutamente necesario.

El lado B viajar de que nadie cuenta

Tanto como en un voluntariado, como cuando estamos de viaje (bueno, en la vida en general) existe ese lado alternativo que no solemos ver en redes sociales o que no nos suelen mostrar (porque no quieren o porque les da vergüenza). El lado donde las cosas no salen como uno había pensado. El lado donde nos chocamos con varios obstáculos que nos cuesta bastante superar. Donde derramamos más lágrimas de las que hubiéramos imaginado y el lado donde miramos cuánto sale un pasaje a casa. 

Es que a ver, es completamente normal que pase. Mientras hacemos un voluntariado, nuestra vida también sigue. Y la de nuestros seres queridos también. Porque el tiempo, tan comunista, se rige bajo una simple regla: si corre para uno, corre para todos. 


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Y mientras el tiempo pase, nos enfrentamos a los posibles riesgos de este suceso. Despertarnos de mal humor. Extrañar a nuestra sobrina. Perder a un ser querido. O simplemente estar enojado, sin motivo alguno. El problema no está en sentirnos de esta manera, sino en querer negarlo. Aceptar que durante nuestra experiencia, vamos a tener días grises, es el primer paso para convivir con ellos y no dejar que nos afecten de sobremanera.

Cómo fueron mis días grises durante un voluntariado

Filipinas, 2015. Ya hacía casi cuatro meses que viajaba por el Sudeste Asiático y, aunque en la mayoría de los días sonreía y dejaba que las sonrisas ajenas me llenaran de energía, había días que no sentía ganas de interactuar. Sólo quería pasar tiempo conmigo mismo. Fue en uno de estos días que mi celular sonó, trayendo consigo noticias tristes que prometían derramar lágrimas y generar planteos en mi mente.

 El papá de unos de mis mejores amigos había fallecido. De un día para el otro. Sin previo aviso. Me quedé en silencio, mirando la pantalla. ¿Qué hago acá? ¿Cómo no estoy en Buenos Aires, dándole un abrazo? Insisto, ¿por qué estoy acá? Solo atiné a escribirle un mensaje a mis papás, pidiéndoles que por favor fueran al velatorio y le den un abrazo a mi amigo. Uno fuerte. Los pasajes estaban carísimos y, sumado a mi compromiso con la escuela Montessori donde estaba haciendo el voluntariado, un viaje relámpago a Buenos Aires se tornaba imposible.

Al día siguiente, mis papás me escribieron, contándome que cumplieron con lo que les pedí. Al menos eso me dejó un poco más tranquilo. Fueron días tristes, grises y difíciles.


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Cómo superar los días grises durante un viaje

Vamos, que con estas palabras no te quiero decir que no te animes a hacer un voluntariado. Al contrario. Hacelo. Por favor, hacelo. Pero no quiero que te vendan cosas que no son. Necesito que entiendas a todo lo que podes afrontarte. Y también quiero darte un consejo. No te dejes vencer. Como te dije antes, no te caigas ante la primera dificultad ni pienses que por tenerlas, no calificas como un buen viajero o creas que tu viaje ya perdió sentido. No existe el concepto de buen o mal viajero y, por sobre todas las cosas, no existe viajero que no tenga problemas durante su ruta.

Te desafío a que aceptes tus contratiempos y que los intentes superar. Pero que, por sobre todo, los aceptes. No fuerces cosas que no tienen sentido ser forzadas. Si un día te sientes con ganas de ver películas, hacelo. Tus compañeros de hostel van a saber entenderlo, a ellos también les pasó. Si un día te levantas con ganas de escaparte, solo, a la playa, a leer y escribir, hacelo. Ellos van a entenderte. 

No importa si es tu único día libre en la semana. Acordate que para entregarte al máximo hacia con el resto, uno tiene que estar bien con uno mismo. Si uno no está bien consigo mismo, es muy difícil poder ser la mejor versión de uno en un voluntariado.


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Se trata de equilibrio. Y se trata de entender. Se trata de aceptar que toda idolatría algún día se cae y que viajar algún día nos va a defraudar, porque de las cenizas se resurge, y de los fracasos se crece. De lo que no sale como uno quiere se aprende, y de lo que cuesta un poquito más, se disfruta, porque el negro también puede ser un tono de goce. Y el blanco a veces es histérico y mañoso. Es cuestión de prepararnos mentalmente. De darse cuenta que no tenemos la única verdad y que, si bien viajar es la mía, la del vecino, de camisa y pantalón, sentado en el asiento de la línea del metro, también es válida.

Usemos toda la paleta de colores

No te pongas triste ni te llenes las mejillas de lágrimas, tibias y persistentes. Que te dije, usemos toda la paleta. Que es cuestión de entender que para conocer el verdadero valor del color blanco, a veces hay que pintarnos de negro. Que el celeste brilla más cuando entendemos de dónde viene, y que el naranja de un amanecer se enaltece más cuando nos fuimos a dormir con un pijama gris. Que somos colores y que el marrón viene del púrpura y amarillo, y el púrpura, del rojo y azul. No pintemos todo color de rosas. Pintemos nuestra vida de colores.



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