El viaje como vida y la vida como un viaje. ¿Qué ocurre cuando nos encontramos? ¡Ojala te encuentres entre estas letras!
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Andar ligero de equipaje, con la mente abierta y el alma dispuesta a amar. Porque de nada sirve llevar un peso atrás, ponerse una armadura, y ocultarse detrás de un escudo. Si algo he aprendido, es que uno vive únicamente arriesgándose. Libremente, no conozco otra forma de vivir.
Puedes tener o no planes. La realidad, es que aunque los tengas y estén perfectamente anotados en una bonita lista, la vida se encargará de que así no sucedan. ¿Sabes qué? El mejor plan es no tener planes.
Vivir es sinónimo de improvisación. Somos los actores de nuestro propio guión. Papeles que se nutren de lo que disponemos y de nuestra genuina imaginación. Roles dinámicos, que tienen el poder de cambiar con un solo parpadeo.
Resulta que a veces los papeles de esta obra de teatro se nos confunden,se mezclan, se camuflan, o los perdemos. Nos olvidamos de quienes realmente somos y decidimos ir a buscarnos. No tiene que ser muy lejos, de hecho basta con viajar en un libro o en una conversación.
¿Qué sucede cuándo nos vamos? ¿Cuándo nos trasladamos a un lugar desconocido? ¿Y cuándo aparece alguien y nos encuentra? ¿ O cuándo nos encontramos a nosotros mismos?
Sé que viajando acompañados por alguien, algún amigo o familiar, pasamos el tiempo estando junto con esa o esas personas...como un núcleo. Se conoce más al otro, se toman acuerdos, pero también surgen algunos problemas de convivencia, y por momentos se siente una dependencia.
Pero...seguramente si has viajado solo o sola, con la mente abierta, hayas tenido la oportunidad de conectar contigo y con las personas que aparecieron en tu camino de una manera fabulosa por obra del universo. Seguramente sus caras estén surgiendo mientras lees esto. Y los reconoces como amigos, familia, e incluso también amores.
Ya ves...de ti se desprende una bonita sonrisa al recordarlos.
Siento que lo más valioso que me han dejado los viajes, son los encuentros y reencuentros. Por eso escribo de ello. El encuentro con otro idioma, con una cultura alejada de lo que siempre he visto, con la música, con otra forma de vida, con el sabor de la comida que es tan atípico, con el paisaje divergente, con la diversidad de la flor y la fauna.
Pero el encuentro más poderoso para mi, siempre ha sido el encuentro con el otro. Con el local y con el extranjero. El otro, que al comienzo es tan diferente, pero que luego la otredad ya no pasa a ser la misma. Se siente amable, confiable, y con sabor a hogar.
Sobreviene en el encuentro, las semejanzas que nos llevan a que nos podamos juntar. Y las diferencias que permiten que nos sirva estar juntos.
Es mirar al otro, sin juicio. Simplemente - y a veces difícil, la aceptación. Aceptarlo y aceptarnos a nosotros. Fluye en el vinculo, el ida y vuelta, que se hace cada vez más fuerte e intenso, desde la receptividad y empatía.
Que bonito es coincidir. Es mirarnos con los ojos del corazón. Es reír y es llorar. Es acompañar y no guiar. Hay algunas decisiones simples que pueden facilitar los encuentos, o hacer que nunca existan
Cuando viajas como turista en primera clase, te alojas en un hotel 5 estrellas, disfrutas de todas las atracciones del país en unos 7 días. Las palabras que me ven en esta hipótesis son prisa y aislamiento.
Ahora imagina lo siguiente, viajas a tu ritmo, de la mano de un local, por lugares que solo los residentes conocen. Te aventuras a probar cosas nuevas, y compartes con el otro aquellas que ya bien conoces. Suena maravilloso. Suena fantástico, porque está el vínculo... la conexión de por medio.
Hacer un voluntariado, es una puerta que nos lleva directo a una experiencia nueva. No importa si es el primero, el segundo, tercero o décimo voluntariado. Todas las experiencias serán diferentes. Puesto que los encuentros serán distintos.
Conocemos personas de muchos lugares en esta transacción que está lejos de ser comercial. Es el mutuo intercambio, donde la reciprocidad ocupa el papel principal.
Tanto con los anfitriones, como otros voluntarios, o personas del entorno.
Viajando sola me he encontrado con tantas personas. Y no se me olvidan.
Recuerdo quienes me han dejado dormir en su casa, quienes me han parado en la ruta, quienes se sorprendieron al tomar mate (una bebida típica de Uruguay y Argentina).
Quienes se divirtieron al jugar al "chin" (un juego de cartas), quienes me han regalado un abrazo, un mimo, quienes me han ayudado y cuidado, quienes me contuvieron, quienes me han encontrado.
Les quiero compartir algunos encuentros y reencuentros, para que entiendan que viajar sola es encontrar a alguien...es dejar que nos encuentren... es encontrarse.
Los encuentros son un mundo. Y sí, al final abrazamos con un nudo en la garganta cuando llega el "hasta luego". Porque no sabemos cuánto nos falta para el reencuentro...pero para ello es importante fundirse en el abrazo, y siempre desear lo mejor.
Si te sales, es para crecer. Y mirando con todos los sentidos, llegas al punto en donde entiendes la pureza de lo bello, y el aprendizaje de eso que comúnmente llamamos "malo" o "negativo".
Después de todo, somos quienes somos por todo lo que nos trasciende. Y cuando lo entendemos, ahí nos sentimos agradecidos.
Como cantaba Sui Generis "Es larga la carretera
Cuando uno mira atrás
Vas cruzando las fronteras
Sin darte cuenta quizás"
Nos perdemos, nos movemos, nos miramos, nos sentimos, nos encontramos. Y esa en nuestra forma de ser libres.